Colmenarejo y la Sostenibilidad

Dentro de poco más de un año estaremos en campaña electoral. Las promesas habituales (unas incumplidas, otras incumplibles y otras dictadas desde Madrid) se trufarán con las palabrejas de rigor, imprescindibles para estar en la onda electoral, como “medio ambiente”, “sinergias”, etc.

A estas palabras, que rara vez se traducen en algo concreto y tangible, se añadirá una nueva, que ya está en boca de todos, pero que a nuestro pueblo llegará, como casi todo, tarde: sostenibilidad.

La palabrita recoge un concepto más viejo que la tana y que cualquier ama de casa maneja a diario: “Si dispongo de 600 euros mensuales para dar de comer a mi  familia, no debo gastar más de 20 al día”. Parece de Perogrullo, pero no nos podemos ni imaginar la cantidad de dramas que acarrea incumplir este precepto de puro sentido común.

Esto, que buena parte de las familias comprende y practica, no lo entienden -ni mucho menos practican- las sociedades (léase autonomías, países, culturas, civilizaciones, instituciones, ayuntamientos…). Hoy, gracias a los arqueólogos, hemos descubierto el misterioso motivo de la desaparición de ciertas culturas. Desde florecientes ciudades-estado de la Grecia preclásica hasta grandes civilizaciones precolombinas, que de repente desaparecieron. Pasaron de la cúspide al olvido. Pues bien: hoy sabemos que tras estos cataclismos sociales había, en casi todos los casos, un agotamiento de los recursos naturales. El éxito atraía población; la población exigía más producción agrícola; la producción agrícola requería suelo que se robaba a los bosques; menos bosques significaba suelos más pobres, más erosión, menos lluvias, más incendios, menos acuíferos… que se traducía en menos producción agrícola, hambre, enfermedades, rebeliones: fin de la prosperidad. Esta historia comienza a sonarnos, ¿verdad?

¿Qué hemos aprendido de estas lecciones que nos ha regalado la Historia? A nivel colectivo, nada; absolutamente nada. Ese concepto del que hablábamos –sostenibilidad- que aplicado a la economía familiar es conocido y practicado, deja de tener sentido cuando traspasamos el umbral de nuestra puerta y salimos al mundo de todos. Sabemos que el agua potable es finita, como nuestro sueldo, pero la derrochamos sin pudor. Sabemos que el territorio, el suelo, es limitado, pero no tenemos reparo en llenarlo de ladrillos y asfalto. Podíamos, al menos, elegir aquellos lugares en los que se causara un impacto menor… pero hacemos justo lo contrario. Abusamos de los recursos que el planeta nos ha regalado como no nos atrevemos a abusar de nuestros propios recursos (sueldo), y sin embargo, los recursos naturales son el verdadero sueldo de la Humanidad. Esta verdad es también de Perogrullo, aunque nos cueste más asimilarla.

Trasladémosla a nuestro pueblo, a Colmenarejo. ¿Cuáles son los recursos económicos de que dispone Colmenarejo? Tenemos unos ingresos más o menos fijos que proceden, una parte de nuestros impuestos locales y otra de los impuestos de todos los españoles (nosotros incluidos). Aún hoy disponemos de algunos ingresos procedentes de los impuestos del resto de ciudadanos europeos, pero esos se acabarán pronto. Por tanto, el dinero que tiene el Ayuntamiento de Colmenarejo para dar servicios a sus ciudadanos proviene principalmente de nosotros, de los ciudadanos. Si gastamos cada año lo mismo que ingresamos, no debería haber problema… pero no es así: cada año gastamos más de lo que ingresamos (eso es posible porque no pagamos algunas facturas que debemos y porque pedimos prestado a los bancos). Hay otros ingresos, irregulares pero sustanciosos, que no son estables y que proceden de la venta del suelo para construir, bien sea de particulares (el ayuntamiento se queda con un pellizco) o bien suelo del propio ayuntamiento.

Escombrera junto al colegio "Las Veredas"
Escombrera junto al colegio público "Las Veredas" de Colmenarejo

¿De cuánto suelo dispone Colmenarejo cada año para vender al mejor postor? Para saberlo solo hay que dividir el suelo que queda libre entre los años que queremos ingresar este dinerito. Y aquí viene el problema, porque inmediatamente nos damos cuenta de que es un número de años limitado, pasados los cuales el suelo se acaba, y con él cosas que ahora no tienen apenas precio, pero cuyo valor es incalculable: el campo, los encinares, el aire puro, el aroma del romero en verano, el canto de la abubilla, el silencio… Ni que decir tiene que si esta dinámica la siguen el resto de nuestro entorno, el resto de la sociedad, del país y del planeta… lo que se nos acaba es todavía más importante. En resumidas cuentas: si hacemos así las cosas, podemos afirmar que hemos elegido un modelo de crecimiento-financiación insostenible.

Hoy tenemos en Colmenarejo 5 veces más casas que hace 20 años. Si construyéramos al ritmo de la media de estos últimos 20 años, el suelo se terminaría en poco más de 40 años. Pero si lo hacemos al ritmo de los últimos 10 años, no llegaremos ni a los 25 años. Y si lo hacemos al ritmo que han propuesto en el último intento de plan de urbanismo APIC, PSOE e IU, con el silencio complaciente del PP, nos quedaríamos sin suelo en el siguiente plan de urbanismo. Y luego ¿qué? Recordemos que hemos decidido financiar nuestra calidad de vida con la recalificación de suelo para edificar. ¿Qué hacemos entonces cuando se acabe? Conclusión: hemos elegido un modelo de crecimiento que no es sostenible, y por lo tanto, conduce de forma irremediable al desastre.

Como individuos somos capaces de entender que si el domingo nos vamos toda la familia a comer  a “El Bulli” (antes de que lo cierren), el resto del mes ayunamos. Muchas personas que saben esto perfectamente, votarán dentro de un año a partidos cuya intención (generalmente no declarada) es enladrillar Colmenarejo, de norte a sur y de este a oeste. Con ese voto estarán condenando a sus hijos y nietos a marcharse, a ver devaluarse el valor de sus casas, a presenciar impotentes el final de su pueblo.

Esta insostenibilidad del modelo de desarrollo que propugnan con sus actos (las palabras van por otro lado) los grandes partidos de este pueblo tiene otra lectura que no nos puede pasar inadvertida: para un grupo de unas 50 familias el modelo es muy sostenible, porque genera mucho dinero a repartir entre pocos, que bien gestionado puede durar varias generaciones. De ahí el interés de esas 50 familias en controlar a los grandes partidos del pueblo. No es cuestión de ideología sino de intereses. De hecho, si exceptuamos las declaraciones engoladas y retóricas de unos y otros, todos ellos comparten los mismos objetivos, y si no están todos en el mismo partido es para poder repartirse mejor el pastel (y porque se llevan mal entre ellos). Para estas personas, el modelo que proponen sí es sostenible, pero para Colmenarejo es absolutamente insostenible.

Sostenibilidad social, medioambiental y económica

Hoy en día, los economistas, ecólogos, urbanistas, ONG’s… hablan de la sostenibilidad como un concepto que integra lo económico, lo social y lo medio ambiental. Sin estos tres pilares no hay sostenibilidad posible. Es fácil de entender y de trasladar a nuestro ejemplo, Colmenarejo. Ya hemos explicado cómo un modelo económico insostenible se lleva por delante el medio ambiente. Durante años, el modelo de enladrillarlo todo creará muchos puestos de trabajo, buena parte de los cuales llegarán de fuera. Los albañiles de los años 80 serán ahora prósperos constructores, y los que se parten el espinazo en el tajo, pasan a ser inmigrantes. Esto también nos suena. Como el ayuntamiento dispondrá de buen dinerito, aumentará espectacularmente la plantilla municipal, hará obras públicas por doquier, residencias, piscina cubierta, gimnasio, polideportivo, centro de salud… habrá más comilonas y regalos para aumentar su popularidad, más prebendas, más cargos, y también (esperemos) más y mejores servicios. Todo esto costará mucho dinero, que saldrá de vender y vender y vender.

Un día, más cercano de lo que imaginamos, ya no quedará nada que vender, y todo el entramado se vendrá abajo (suponemos que tras la crisis actual volverán a poner en marcha la máquina de enladrillar, porque es la única que saben utilizar). Los que se han forrado vivirán de las rentas, pero el resto se quedará en el paro, porque lo único que saben hacer es poner ladrillos, y ya no queda sitio para eso. El ayuntamiento dejará de ingresar por venta y licencias y no dará servicios que antes daba, y los que dé serán mucho más caros y peores. El pueblo se degradará poco a poco. Los que puedan se marcharán a otros lugares con mejor calidad de vida, y lo que aparentemente era una sociedad próspera se convertirá en una sociedad marginal. Todo dependía del dinero del ladrillo, y al faltar este, todo lo que quede se vendrá abajo: comercio, hostelería, etc. El descontento y el paro provocarán más inseguridad y el fantasma de la xenofobia se extenderá como el aceite. ¿Les suena toda esta historia? Muchos lugares de España ya están pasando por esto, a pesar de lo cual las personas y las familias que nos gobiernan siguen sin querer aprender nada de nada, y ese tan cacareado cambio de modelo es solo un argumento para discursos.

Crecimiento sostenible

Crecer con sostenibilidad es utilizar la renta y no el capital; es gastarnos el sueldo, no hipotecar la casa; es veranear solo si podemos y no pedir un crédito para viajar al Caribe. Crecer con sostenibilidad es prepararnos para desarrollar trabajos que no sea capaz de hacer cualquiera: eso nos hará menos prescindibles. Es desarrollar industrias que se alimenten de recursos renovables, que no se terminen. Crecer con sostenibilidad es dar primero los servicios imprescindibles, luego los convenientes y finalmente, si sobra dinero, los superfluos. Es aprovechar al máximo las instalaciones que tenemos y proyectar los nuevos edificios públicos para que no se queden obsoletos en pocos años. Es asfaltar las calles y eliminar barreras, y si sobra dinero rehacer rotondas, pero no al revés.

Por desgracia, cerca de nosotros no tenemos un modelo de pueblo que reúna estas cualidades, más bien lo contrario. Y la razón es muy simple: el crecimiento de todos estos pueblos ha sido diseñado por constructores, propietarios del suelo y políticos corruptos. Ellos han tenido su oportunidad y han fracasado estrepitosamente. Ya es hora de que los ciudadanos tomemos el relevo. Cuando los políticos dan la espalda al ciudadano, el ciudadano tiene la obligación de dar la cara en política.

Imperative readings of grammatical metaphor http://college-essay-help.org/

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: