¿Se permitiría a un dermatólogo extirpar un tumor cerebral? ¿Dejaríamos que un ingeniero de minas construyera un puente? ¿Nos atreveríamos a explicar un texto que está en un idioma que no conocemos o del que sabemos lo mínimo? ¿Iríamos a Huelva en un autobús en el que el conductor hiciera los más de 600 km de trayecto sin parar? ¿Montaríamos en un avión en el que solo hubiera un piloto o la mitad del personal de cabina de pasajeros?
Seguramente, la respuesta que daríamos a todas estas preguntas sería un no rotundo. Lo curioso del asunto es que lo que nos parece descabellado en otros ámbitos de la vida, desde las autoridades educativas de la Comunidad de Madrid consideran que es algo normal dentro del mundo de la enseñanza, llegando a la paradoja de que si no se deja, con buen criterio, a un dermatólogo extirpar un tumor cerebral, sí se obliga a un profesor de Geografía a que dé Latín; si un ingeniero de minas no va a construir un puente, un profesor de Matemáticas si va a dar Física y Química; si no nos atrevemos a explicar un texto en un idioma desconocido, sí que se pide a un profesor de cualquier asignatura que dé Francés sin haberlo estudiado nunca. Nadie en su sano juicio se montaría en ese autobús para ir a Huelva, pero sí se exige a los profesores que aumenten sus horas lectivas en dos horas. Tampoco viajaríamos en un avión al que le faltara algún tripulante, pero sí que se inicia el curso en los institutos con menos docentes de los que hasta el curso pasado se consideraban necesarios. Ese es el problema, ¿por qué si en ciertos campos no admitimos que un profesional realice las tareas propias de otro, que el trabajo lo realice alguien que no tiene conocimientos para ello, que la jornada laboral se extienda o que se preste un servicio con menos plantilla de la necesaria, en educación se podría considerar admisible?
“Las sociedades actuales conceden gran importancia a la educación que reciben sus jóvenes, en la convicción de que de ella dependen tanto el bienestar individual como el colectivo. La educación es el medio más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan, de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación, con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos.”
El párrafo anterior no corresponde a ningún texto de pedagogía ni a la opinión de ningún docente, sino al preámbulo de la Ley Orgánica de Educación en la que se basa nuestro sistema educativo. La inversión en una educación de calidad se traduce en una mejora de los niveles sociales, culturales y económicos de una sociedad al estar su población mejor cualificada y capacitada para realizar trabajos de alto valor añadido, afrontar mejor los retos. Si queremos pasar de una sociedad que se base en la construcción y el turismo a otra en la que prime el I+D+I y los servicios de alto nivel, la única manera de conseguirlo es mediante la inversión, que no gasto, en educación. Esta inversión, como todas, no muestran sus frutos a corto plazo, sino a largo, cuando nuestros jóvenes entran a formar parte en el mercado laboral y se desarrollan en él. Por esta razón, cualquier reducción en inversión educativa podría considerarse como beneficiosa para la situación económica actual, pero ciertamente es catastrófica para la sociedad en su conjunto en un futuro, cuando nuestros jóvenes no tengan las herramientas necesarias, o sea, la educación necesaria para afrontar los retos de una sociedad y economía cada vez más globalizadas e interdependientes.
Dejando a un lado la gran desventaja competitiva frente otras economías que afrontaremos ante una reducción en el gasto educativo, dentro de nuestra propia sociedad, la reducción de la inversión en educación pública conllevará unos desequilibrios internos que hará que las diferencias sociales se acentúen. La educación pública de calidad es la única que garantiza el desarrollo social y económico de los individuos y es la que ha permitido que en poco más de 50 años hayamos pasado de ser un país absolutamente periférico a un país central al permitir que las personas con orígenes más humildes y desfavorecidos tuvieran acceso a una educación de calidad que les permitiera desarrollarse plenamente tanto desde un punto de vista personal como profesional.
Este sistema de equilibrio social que es la educación pública se está poniendo en riesgo desde las autoridades educativas de la Comunidad de Madrid con medidas tales como las instrucciones de inicio de este curso de todos ya conocidas que han supuesto que en el IES de nuestra localidad:
- Se reduzca el número de horas lectivas que ofrece el centro.
- No haya un orientador y que este cometido lo tenga que asumir la jefa de estudios, que además deberá impartir clases a los grupos que tiene asignados.
- No se puedan hacer guardias en la biblioteca, en detrimento del préstamo de libros y el estudio en sala en las horas de recreo.
- No se puedan hacer guardias de patio, corriéndose el riesgo de que aparezcan situaciones de conflictividad.
- No se puedan desdoblar las aulas en grupos más pequeños en las materias de Matemáticas, Lengua, Inglés e Informática, dificultándose la atención personalizada al alumnado y su aprendizaje.
- Se reduzca la oferta de optativas en 4.º de la ESO.
- Se aumente el número de alumnos por clase.
- Se reduzcan las horas de apoyo a los alumnos con necesidades especiales y de educación compensatoria.
- Se pierdan horas de refuerzo.
- Sea imposible la realización de actividades extraescolares y visitas culturales.
Al tener que impartir dos horas más de clases, los profesores tienen menos tiempo para preparar sus clases, corregir ejercicios, asistir a reuniones de coordinación, atender a los padres o dedicar el tiempo necesario a alumnos concretos que precisen de una mayor atención y coordinación por parte de los docentes.
Este es el ejemplo del instituto de nuestro municipio, pero podemos ver una situación idéntica en toda la Comunidad de Madrid, con reducciones de plantilla, por no utilizar la palabra recortes, del 10%, lo que conlleva que los centros pierdan una media de 10 profesores y que se deje de contratar a alrededor del 3000 interinos que cubrían esas necesidades de plantilla. Pero el problema no es nuevo, ya desde el curso 2009-2010 el IES Colmenarejo contaba con 4 profesores menos, al igual que el resto de los institutos de la Comunidad en la misma proporción. En el curso pasado la Consejería no cubría las bajas por enfermedad hasta que no hubieran transcurrido 14 días desde el inicio de la misma, perdiendo los alumnos alrededor de 6 horas de clase de la asignatura de que se tratase.
Con estas medidas, la Consejería de Educación y Empleo de la Comunidad de Madrid pretende ahorrar la cantidad de 80 millones de euros. Por otro lado, la enseñanza privada y concertada de la Comunidad de Madrid recibe unas ayudas por parte de esta equivalente a 90 millones de euros mediante desgravaciones fiscales en el IRPF para las familias por gastos de escolarización, enseñanza de idiomas y adquisición de uniformes escolares, con unos límites de 900 euros por niño, siempre que los ingresos familiares no superen los 30.000 euros por miembro de la unidad familiar.
Por otro lado, además de reducir las plantillas y aumentar las horas lectivas por profesor, o como consecuencia de esto, se está solicitando algunos profesores en algunos centros que impartan materias ajenas a su especialidad, como el caso de un profesor de Geografía e Historia que tiene que dar clases de Latín o de una profesora de Matemáticas que tiene que dar clases de Física y Química. Volviendo al ejemplo del principio, si no se va a permitir a un dermatólogo extirpar un tumor cerebral ¿por qué se debe obligar a un historiador a dar clases de Latín? En el caso del dermatólogo, la consecuencia más probable sería la muerte fulminante del paciente o, en el mejor de los casos, unas graves secuelas que aparecerían inmediatamente; en el caso de la educación, no por no verse las consecuencias inmediatamente son menos graves, puesto que de la educación que reciben nuestros jóvenes, y de su calidad, depende cómo afrontarán su futuro y el nivel de desarrollo que tendrá nuestra sociedad.