“Ningún individuo tiene derecho por sí mismo a monopolizar los recursos de la naturaleza. De aquí se deriva que aunque toda la población pueda disfrutar esos recursos naturales, ninguno pueda ser propietario de los mismos”.
Bajo ese principio se elaboraron en el siglo XVI las ordenanzas que regían la unidad administrativa formada por Colmenarejo, Galapagar, Navalquejigo, Villanueva del Pardillo y Torrelodones.
El equilibrio natural y su consiguiente defensa eran considerados imprescindibles para la subsistencia: los árboles eran vistos como piezas de arado o con forma de carro, y por eso se defendían.
El ser humano se consideraba a sí mismo como una parte más de la naturaleza y como un miembro más de su territorio, y lo defendía porque todo ello formaba parte de su propio proyecto vital. Con estos modestos planteamientos supo legarnos, casi íntegra, esa herencia natural. Mucho me temo que nuestra moderna ecología no consiga mantener ese mismo legado para nuestros hijos.
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