Mi nieta mayor tiene diez años, la pequeña acaba de cumplir tres y ya está en la Escuela Infantil de “Las Veredas”. Cuatro de mis cinco nietos han pasado por las manos de las educadoras de la Escuela Infantil “Las Casitas”, dejando en ellos lo mejor que tenían de su cariño, de su cercanía y de sus conocimientos pedagógicos. También lo han hecho en algo más de un millar de niños de Colmenarejo que, apenas con unos meses, se les han confiado desde que en el 2003 se inaugurase este centro municipal, que ha sido referente de la calidad de la enseñanza pública en nuestro pueblo.
Me consta, porque las he tratado de cerca, que no han escatimado ninguna atención, ningún cuidado que ell@s necesitaran, más allá de si correspondía hacerlo. Han sido un buen Equipo. Su dedicación a ellas –mis nietas- ha contribuido a que sean alegres, a que sean abiertas y participativas, a que sean solidarias –dentro de lo que un niño puede entender por solidario- y compartan cosas, a tener curiosidad por como crece un tomate o una calabaza, a quitarles el miedo a las brujas porque las hay buenas y malas, a hacerlas tan abrumadoramente preguntonas y habladoras que te agotan, a no creerse las verdades de los mayores sino cuestionarlas con sus eternos “por qués”.
He ido muchas veces a recoger a mis nietas (Lucia, Alba, Sofía y Sara) y he visto cómo la escuela rebosaba imaginación, luz, color, dibujos con conejos, soles, girasoles o enanitos y que a cada temporada del año correspondía un escenario y decoración distintos. Las madres y los padres se han sentido a gusto con la escuela. La han considerado como algo suyo, que es lo mejor que se puede hacer por la escuela pública, y han participado en esa comunidad escolar.
Sé que las educadoras han pasado por muchas dificultades y más aún en los últimos años en que los recortes en la educación pública les ha tocado padecerlos a ellas especialmente. Pero estas dificultades nunca han sido obstáculo para reducir en lo más mínimo la atención a su labor pedagógica y siempre han sacado lo mejor de ellas en beneficio de los niños.
Coincidí, en la segunda semana de agosto, en el acto de entrega de llaves del centro. Fue un acto doloroso para quienes estuvimos allí. Lo recuerdo con tristeza porque tras la entrega de llaves se cerraba una etapa de labor educativa que ha dejado huella en muchos de nuestros niños de Colmenarejo. Tras ellas, también, se avecina un futuro incierto para la educación pública infantil.
Amparo, Gema, Arantxa, Encarna, Rosa, María, Pauli, Begoña, Ana, Paz, Mayte, Ceci, Leti, Jesús, Isabel…y algun@ más que se me haya olvidado: ¡Lo habéis hecho muy bien! Por eso mi agradecimiento y mi reconocimiento.
Gracias.
Antonio Sánchez.